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La Flapper despertó de su letargo de sub-deb-ismo, se atusó el pelo, se puso su par de pendientes más selectos y una gran cantidad de audacia y colorete y se lanzó a la batalla. Coqueteaba porque era divertido coquetear y llevaba un bañador de una pieza porque tenía una buena figura era consciente de que las cosas que hacía eran las que siempre había querido hacer. Las madres desaprobaban que sus hijos llevaran a la Flapper a los bailes, a los tés, a nadar y, sobre todo, al corazón.