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Cuando puedo relajarme y estar cerca del núcleo trascendental de mí, entonces puedo comportarme de formas extrañas e impulsivas en la relación, formas que no puedo justificar racionalmente, que no tienen nada que ver con mis procesos de pensamiento. Pero estos comportamientos extraños resultan ser correctos de alguna extraña manera. En esos momentos parece que mi espíritu interior se ha extendido y ha tocado el espíritu interior del otro. Nuestra relación se trasciende a sí misma y se convierte en algo más grande.