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Si el lector fuera tan imprudente como para comprar alguna de las composiciones de Bela Bartok, descubriría que todas y cada una de ellas consisten en racimos de notas sin sentido, que aparentemente representan al compositor paseando por el teclado con las botas puestas. Algunas se tocan mejor con los codos, otras con la parte plana de la mano. Ninguna requiere dedos para ejecutarla ni oídos para escucharla.