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Todos los hombres que han existido anhelan la felicidad perfecta, reflexionó conmovedoramente el detective. Pero ¿cómo podemos tenerla cuando sabemos que vamos a morir? Cada alegría se veía empañada por el conocimiento de que acabaría. ¿Así que la naturaleza había implantado en nosotros el deseo de algo inalcanzable? No. No puede ser. No tiene sentido. Cualquier otro esfuerzo implantado por la naturaleza tenía un objeto correspondiente que no era un fantasma. ¿Por qué esta excepción? razonó el detective. Era la naturaleza creando hambre cuando no había comida. Continuamos. Continuamos. Así la muerte probó la vida.