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En rigor de verdad, el matrimonio no sólo fue instituido para la propagación del género humano, sino también para que la vida de los esposos fuera mejor y más feliz. Esto se consigue de muchas maneras: aligerándose mutuamente las cargas mediante la ayuda mutua; mediante el amor constante y fiel; teniendo todos sus bienes en común; y mediante la gracia celestial que fluye del sacramento.