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La "buena" madre, con su sonrisa fija, su rigidez, su actitud de santurrona, su obsesión por una higiene innecesaria, es en realidad una tonta. Es la madre "mala", que no teme las bromas ni los vasos de vino, que se expresa con riqueza, que desprecia los valores suburbanos, la que es, en realidad, buena.