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  • Una nación belicosa como los germanos, sin ciudades, ni letras, ni artes, ni dinero, encontró cierta compensación a este estado salvaje en el disfrute de la libertad. Su pobreza aseguraba su libertad, ya que nuestros deseos y nuestras posesiones son los grilletes más fuertes del despotismo.

    Edward Gibbon (1854). “The history of the decline and fall of the Roman empire, with notes by Milman and Guizot. Ed. by W. Smith”, p.359