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El marco que encontré y que me facilitó increíblemente la decisión fue lo que llamé -que sólo un empollón llamaría- un "marco de minimización del arrepentimiento". Así que, quería proyectarme hacia adelante a la edad de 80 años y decir: "Bueno, ahora estoy mirando hacia atrás en mi vida. Quiero haber minimizado el número de arrepentimientos que tengo".