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Imagina que conduces un coche que no funciona bien. Cuando pisas el acelerador, el coche a veces da bandazos hacia delante y a veces no responde. Cuando tocas el claxon, suena a todo volumen. Los frenos frenan a veces, pero no siempre. Los intermitentes funcionan de vez en cuando, la dirección es errática y el velocímetro inexacto.
Te encuentras en una lucha constante por mantener el coche en la carretera y te resulta difícil concentrarte en cualquier otra cosa.