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Todo aquel de quien se pueda probar que es un sedicioso es un proscrito ante Dios y el emperador; y quien sea el primero en darle muerte hace bien y con razón. Por lo tanto, que todo el que pueda, golpee, mate y apuñale, en secreto o abiertamente, recordando que nada puede ser más venenoso, dañino o diabólico que un rebelde.