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Pregúntese por qué las dictaduras totalitarias consideran necesario invertir dinero y esfuerzo en propaganda para sus propios esclavos indefensos, encadenados y amordazados, que no tienen medios de protesta o defensa. La respuesta es que hasta el más humilde campesino o el más bajo salvaje se levantaría en ciega rebelión, si se diera cuenta de que está siendo inmolado, no por algún noble propósito incomprensible, sino por la simple y desnuda maldad humana.