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Estoy grabado en las palmas de sus manos. Nunca estoy fuera de Su mente. Todo mi conocimiento de Él depende de Su iniciativa sostenida en conocerme. Le conozco porque Él me conoció primero y continúa conociéndome. Me conoce como a un amigo, como a alguien que me ama; y no hay momento en que no me mire, o en que distraiga su atención hacia mí, y no hay momento, por lo tanto, en que Su cuidado vacile.