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Resulta que los elefantes son sorprendentemente sigilosos. A medida que la luz del sol se desvanece, otras especies declaran su presencia. Multitudes de cebras y ñus pasan atronando en la distancia, arrastrando nubes de polvo. Los búfalos del Cabo resoplan, levantan los cuernos y se colocan delante de sus crías. Las jirafas miran por encima de las copas de los árboles, sus enormes ojos marrones parpadean y se alejan a cámara lenta. Pero no hay elefantes.