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Una iglesia sana no es una iglesia perfecta y sin pecado. No lo ha resuelto todo. Más bien, es una iglesia que se esfuerza continuamente por ponerse del lado de Dios en la batalla contra los deseos impíos y los engaños del mundo, de nuestra carne y del diablo. Es una iglesia que busca continuamente conformarse a la Palabra de Dios.