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  • La delgada línea que separa la carcajada del llanto por el desastre es muy, muy fina. Ves a un tipo resbalar con una piel de plátano en la calle y te ríes a carcajadas cuando cae de espaldas. Si de repente ves que se ha roto una pierna, rápidamente dejas de reírte y ya no es una broma.