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Leer viejos libros de viajes o novelas ambientadas en lugares lejanos, girar globos terráqueos, desplegar mapas, tocar músicas del mundo, comer en restaurantes étnicos, reunirse con amigos en cafés... todas estas cosas forman parte de una interminable práctica del viaje, no muy distinta de hacer escalas en el piano, lanzar tiros libres o meditar.