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Casi todos los hombres son demasiado ansiosos. Tan pronto como entran en el mundo, pierden el gusto por los placeres naturales y sencillos, tan notable en los primeros años de su vida. Cada hora se preguntan qué progresos han hecho en la búsqueda de la riqueza o el honor, y siguen adelante como sus padres lo hicieron antes que ellos, hasta que, cansados y enfermos del corazón, miran hacia atrás con un suspiro de pesar, a la época dorada de su infancia.