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La verdadera grandeza de un hombre reside en la conciencia de un propósito honesto en la vida, fundado en una justa estimación de sí mismo y de todo lo demás, en frecuentes autoexámenes, y en una firme obediencia a la regla que él sabe que es correcta, sin preocuparse de lo que otros puedan pensar o decir, o de si hacen o no lo que él piensa, dice y hace.