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Cuando te hable una persona mayor y distinguida, escúchala con atención y respeto, pero no le creas. Nunca pongas tu confianza en nada que no sea tu propio intelecto. Tu anciano, no importa si tiene canas o ha perdido el pelo, no importa si es un premio Nobel - puede estar equivocado. El mundo progresa, año tras año, siglo tras siglo, a medida que los miembros de la generación más joven descubren qué había de erróneo en las cosas que decían sus mayores. Así que siempre hay que ser escéptico: siempre hay que pensar por uno mismo.