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Ojalá pudiera hablarte del Pacífico Sur. Como era en realidad. El océano infinito. Las infinitas motas de coral que llamábamos islas. Cocoteros que se inclinaban graciosamente hacia el océano. Arrecifes sobre los que las olas rompían en rocío, y lagunas interiores, encantadoras más allá de toda descripción. Ojalá pudiera hablarle de la selva sudorosa, de la luna llena que se alzaba tras los volcanes y de la espera. La espera. La eterna y repetitiva espera.