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La verdadera tarea de la vida espiritual no se encuentra en lugares lejanos ni en estados insólitos de conciencia. Está aquí, en el presente. Nos pide un espíritu acogedor para recibir todo lo que la vida nos presenta con un corazón sabio, respetuoso y bondadoso. Podemos inclinarnos tanto ante la belleza como ante el sufrimiento, ante nuestros enredos y confusiones, ante nuestros miedos y ante las injusticias del mundo. Honrar la verdad de este modo es el camino hacia la libertad.