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En los antiguos pactos, el pueblo era rociado con sangre de becerros sin ella, en sus cuerpos, para obligarlos a guardar la ley; de lo contrario, estábamos destinados a la condenación justa, por quebrantarla.
En los antiguos pactos, el pueblo era rociado con sangre de becerros sin ella, en sus cuerpos, para obligarlos a guardar la ley; de lo contrario, estábamos destinados a la condenación justa, por quebrantarla.