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Los que sobrevivimos a los campos no somos verdaderos testigos. Somos aquellos que, por prevaricación, habilidad o suerte, nunca tocaron fondo. Los que sí, y que han visto el rostro de la Gorgona, no volvieron, o volvieron sin palabras.
Los que sobrevivimos a los campos no somos verdaderos testigos. Somos aquellos que, por prevaricación, habilidad o suerte, nunca tocaron fondo. Los que sí, y que han visto el rostro de la Gorgona, no volvieron, o volvieron sin palabras.