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Las campanas que doblan por la humanidad son -la mayoría de ellas, al menos- como las campanas del ganado alpino; están atadas a nuestros propios cuellos, y debe ser culpa nuestra si no emiten un sonido alegre y armonioso.
Las campanas que doblan por la humanidad son -la mayoría de ellas, al menos- como las campanas del ganado alpino; están atadas a nuestros propios cuellos, y debe ser culpa nuestra si no emiten un sonido alegre y armonioso.