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Hay que llevar la guerra a todos los rincones que el enemigo se le ocurra llevarla, a su casa, a sus centros de diversión: una guerra total. Hay que impedirle un momento de paz, un momento tranquilo fuera de su cuartel o incluso dentro; hay que atacarle allí donde esté, hacerle sentir como una fiera acorralada allá donde se mueva. Entonces su fibra moral empezará a decaer, pero notaremos cómo los signos de decadencia empiezan a desaparecer.