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Oí un fuerte ruido en los cielos, y al instante se me apareció el Espíritu y me dijo que la Serpiente estaba desatada, y que Cristo había depuesto el yugo que había llevado por los pecados de los hombres, y que yo debía asumirlo y luchar contra la Serpiente, pues se acercaba rápidamente el tiempo en que los primeros serían los últimos y los últimos los primeros.