Hablar de "límites al crecimiento" en una economía de mercado capitalista es tan absurdo como hablar de límites a la guerra en una sociedad guerrera. La moral de muchos ecologistas bienintencionados es tan ingenua como manipuladora es la moral de las multinacionales. No se puede "convencer" al capitalismo de que limite su crecimiento, como no se puede "convencer" a un ser humano de que deje de respirar. Los intentos de "enverdecer" el capitalismo, de hacerlo "ecológico", están condenados al fracaso por la propia naturaleza del sistema como sistema de crecimiento sin fin.