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  • El poder actúa siempre destructivamente, pues sus poseedores se esfuerzan siempre por encajar todos los fenómenos de la vida social en el corsé de sus leyes para darles una forma definida. Su expresión mental es el dogma muerto; su manifestación física de la vida, la fuerza bruta. Esta falta de inteligencia en sus esfuerzos deja también su impronta en las personas de sus representantes, haciéndolos gradualmente inferiores mentalmente y brutales, aunque originalmente estuvieran excelentemente dotados. Nada embota tanto la mente y el alma del hombre como la eterna monotonía de la rutina, y el poder es esencialmente rutina.