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Los ataques con drones, según Albert Camus, no sólo están pensados para matar. Están programados para aterrorizar. A este respecto, el hecho de que el misil alcance el objetivo previsto o incinere a un pastor de cabras y su rebaño es incidental. De hecho, la muerte ocasional de civiles puede ser un resultado deseado, ya que las muertes colaterales intensifican el miedo. Se trata de un castigo ejemplar, no por un delito concreto o una amenaza inminente, sino simplemente por quién eres, dónde vives o en qué crees. Estos nuevos circuitos de la muerte pretenden humillar, someter y deshumanizar.