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Para un naturalista nada es indiferente; el humilde musgo que se arrastra sobre la piedra es tan interesante como el elevado pino que tan bellamente adorna el valle o la montaña: pero para un naturalista que está leyendo en la faz de las rocas los anales de un mundo anterior, la cubierta musgosa que obstruye su vista, y hace indistinguibles las diferentes especies de piedra, no es menos que un serio motivo de pesar.