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Si se observan las cosas tal como son, no parece haber un código, ni del hombre ni de Dios, en el que uno pueda basar su conducta. El mal triunfa sobre el bien tanto como el bien sobre el mal. A veces sus triunfos son mayores. Lo que suceda en última instancia, no se sabe. En tales circunstancias, ¿qué puedes hacer sino cultivar una indiferencia absoluta hacia todos los valores? Nada importa. Nada en absoluto.