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¡Ay! ¿Qué es el hombre? Ya sea que esté privado de esa luz que viene de lo alto, ya sea que la descarte, criatura frágil y temblorosa; parado en el tiempo, ese istmo sombrío y estrecho entre dos eternidades, no ve más que oscuridad impenetrable por un lado, y duda, desconfianza y conjeturas, aún más desconcertantes, por el otro. De buena gana querría observar de dónde ha venido o adónde va; pero, por desgracia, no tiene los medios: su telescopio es demasiado débil, su brújula demasiado vacilante, su plomada demasiado corta.