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Siempre planeamos demasiado y siempre pensamos demasiado poco. Nos molestan las llamadas a la reflexión y odiamos los argumentos desconocidos que no coinciden con lo que ya creemos o nos gustaría creer.
Siempre planeamos demasiado y siempre pensamos demasiado poco. Nos molestan las llamadas a la reflexión y odiamos los argumentos desconocidos que no coinciden con lo que ya creemos o nos gustaría creer.