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  • El problema de la disuasión -al parecer olvidado a veces por nuestros ex presidentes- es que no es estática, sino una criatura del momento, cautiva de la impresión y alimentada por la acción, no por la palabrería. Debe mantenerse cada hora y puede erosionarse o perderse con un solo acto de nerviosismo fallido, a pesar de toda la fanfarronería de las medidas amenazadoras. Y, una vez perdida, los remedios necesarios para restaurarla son siempre más caros, mortíferos y controvertidos que su simple mantenimiento.