Lo más cerca que ha estado la civilización occidental de la unidad desde el Congreso de Viena de 1815 fue la semana en que salió a la venta el álbum Sgt. Pepper. . . . Por aquel entonces, atravesaba el país en coche por la interestatal 80. En cada ciudad en la que paraba para repostar o comer -Laramie, Ogallala, Moline, South Bend-, las melodías llegaban desde alguna lejana radio de transistores o equipo de alta fidelidad portátil. Era lo más asombroso que había oído nunca. Durante unos instantes, la irreparable conciencia fragmentada de Occidente se unificó, al menos en las mentes de los jóvenes.