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No podemos permitirnos el lujo de la autocompasión. Nuestra máxima prioridad ahora es seguir adelante con el proceso de construcción. Mi paz personal ha llegado al ayudar a niños y niñas a ir más allá de lo ordinario y luchar por lo extraordinario. Debemos enseñar a nuestros hijos a capear los huracanes de la vida, recoger los pedazos y reconstruir. Debemos inculcarles que, incluso cuando los problemas alcancen los siete puntos uno en la escala Richter de la vida, deben anclarse tan profundamente que, aunque se balanceen, no se derrumbarán...".