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Nos quedamos atascados en viejos patrones de pensamiento y comportamiento que pueden haber sido eficaces cuando teníamos doce meses o doce años, pero que ahora sólo sirven para frenarnos. Y, mientras que los que nos rodean pueden no tener ningún problema en corregir nuestros pequeños defectos, dejan pasar los grandes, porque significaría atacar lo que somos.