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Un lenguaje posee utilidad sólo en la medida en que puede construir límites convencionales. Un lenguaje sin límites no es un lenguaje en absoluto, y así el místico que intenta hablar lógica y formalmente de la conciencia de unidad está condenado a sonar muy paradójico o contradictorio. El problema es que la estructura de cualquier lenguaje no puede captar la naturaleza de la conciencia de unidad, del mismo modo que un tenedor no podría captar el océano.