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Piensa en cada herida como si se tratara de un niño que ha sido herido por un amigo. Mientras ese niño esté despotricando y desvariando, intentando vengarse del amigo, una herida lleva a otra. Pero cuando el niño puede experimentar el abrazo consolador de un padre, puede superar el dolor, volver al amigo, perdonar y construir una nueva relación. Sé amable contigo mismo y deja que tu corazón sea tu padre amoroso mientras vives tus heridas.