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Es vital que cada hermana tenga maestras visitantes, para transmitirle la sensación de que es necesaria, de que alguien la quiere y piensa en ella. Pero igualmente importante es la forma en que la maestra visitante puede crecer en la caridad. Al asignar a nuestras mujeres la enseñanza visitante, les damos la oportunidad de desarrollar el amor puro de Cristo, que puede ser la mayor bendición de sus vidas.