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Los hombres deben ser juzgados no por el tinte de su piel, los dioses a los que sirven, la cosecha que beben, ni por la forma en que luchan, o aman, o pecan, sino por la calidad del pensamiento que tienen.
Los hombres deben ser juzgados no por el tinte de su piel, los dioses a los que sirven, la cosecha que beben, ni por la forma en que luchan, o aman, o pecan, sino por la calidad del pensamiento que tienen.