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El personaje que define Steve Jobs no es su genio, ni su talento, ni su éxito. Es su amor. Es por eso que las multitudes iban a verlo. Podías sentirlo. Suena ridículo hablar de amor cuando estás haciendo un aparato. Pero Steve amaba su trabajo, amaba los productos que producía, y era palpable. Comunicaba ese amor a través de trozos de acero y plástico.