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Cuando leemos con atención los monumentos poéticos y filosóficos de Oriente -sobre todo los de la India, que comienzan a difundirse en Europa-, descubrimos en ellos muchas verdades, y verdades tan profundas, y que contrastan tanto con la mezquindad de los resultados en que a veces se ha detenido el genio europeo, que nos vemos obligados a doblar la rodilla ante la filosofía de Oriente, y a ver en esta cuna del género humano la tierra natal de la más alta filosofía.