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Los ángeles hablan. Aparecen y reaparecen. Sienten con un sentido apto de la emoción. Aunque los Ángeles pueden hacerse visibles por elección propia, nuestros ojos no están conducidos para verlos ordinariamente, como tampoco podemos ver las dimensiones de un campo nuclear, la estructura de los átomos o la electricidad que fluye por los cables de cobre.