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Quien comete un fraude es culpable no sólo del perjuicio particular a quien engaña, sino de la disminución de esa confianza que constituye no sólo la facilidad sino la existencia de la sociedad.
Quien comete un fraude es culpable no sólo del perjuicio particular a quien engaña, sino de la disminución de esa confianza que constituye no sólo la facilidad sino la existencia de la sociedad.