-
La pena, cuando llega, no es nada de lo que esperamos que sea. El dolor no tiene distancia. La pena llega en oleadas, paroxismos, aprensiones repentinas que debilitan las rodillas y ciegan los ojos y borran la cotidianidad de la vida.
La pena, cuando llega, no es nada de lo que esperamos que sea. El dolor no tiene distancia. La pena llega en oleadas, paroxismos, aprensiones repentinas que debilitan las rodillas y ciegan los ojos y borran la cotidianidad de la vida.