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La verdadera religión, al igual que nuestros principios fundacionales, exige que los derechos del incrédulo se reconozcan en pie de igualdad con los del creyente.
La verdadera religión, al igual que nuestros principios fundacionales, exige que los derechos del incrédulo se reconozcan en pie de igualdad con los del creyente.