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Somos animales sociales. Nos gusta sentirnos parte de algo de belleza y poder que trasciende nuestra insignificancia. Puede ser una religión, un partido político, un club de pelota. ¿Por qué no también la Naturaleza? Siento una fuerte identidad con el mundo de los seres vivos. Nací en él; todos lo hicimos. Pero puede que no sintamos esos lazos a menos que ganemos intimidad viendo, sintiendo, oliendo, tocando y estudiando el mundo natural. Intentar vivir en armonía con los dictados de la naturaleza es probablemente tan inspirador como vivir en armonía con el Corán o la Biblia. Quizá sea también una empresa oportuna.