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  • Algunos suponen que la religión vuelve solemne a la gente, le quita el sol de su vida, la alegría de su corazón, la canción de su boca. Pero la verdad es lo contrario. Nadie en el mundo tiene tantos secretos de alegría como el cristiano. Cristo enseña a sus seguidores a regocijarse. Les ordena que se regocijen incluso en la tristeza y la prueba.