-
Si tuviéramos la conciencia de un gato o un perro, podríamos convertirnos en perfectos maestros zen. Podríamos roer un hueso, echar una siesta, jugar con una araña hasta matarla, hacer la cama a la perfección y estar inocente y serenamente presentes. El sentido no significaría nada para nosotros, ni necesitaríamos que significara nada. Seríamos libres y estaríamos a salvo. Pero somos seres humanos y poseemos ese extraño pato que es la conciencia humana.